La reciente publicación de los resultados del informe PISA, realizado por la OCDE durante la primavera del 2015 a los alumnos de 15 años de 72 países, muestra los mejores resultados obtenidos por España con respecto a sus anteriores participaciones en las pruebas.

Sin lugar a dudas, esta es una buena noticia ya que denota un progreso y aligera la presión sobre el sistema educativo, su gobernanza y, en especial, sobre las escuelas y el profesorado.

Sin embargo, nuestra reflexión apunta hacia otra dirección. Recordemos que el informe PISA recoge los resultados de pruebas de comprensión lectora, matemáticas y ciencias. Es, por tanto, una evaluación relacionada con el logro de competencias y contenidos curriculares.

Esta perspectiva, sin embargo, no indaga en el impacto de la labor educativa que buscamos en los centros. Para estar en la cima del ranquin, no todo vale. Por ejemplo, seguramente estos días habéis leído o escuchado comentarios referentes al precio vital que pagan los estudiantes de Singapur por estar al frente de la lista de mejores resultados.

Porque más allá de la eficacia técnica de la escuela, es necesario que nos preguntemos por su sentido más profundo. ¿Qué tipo de persona estamos educando y para qué sociedad lo estamos haciendo?

En el Horitzó 2020 de Jesuïtes Educació, hemos definido a la persona que buscamos y estamos transformando profundamente la escuela para promover personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas, en la línea de identidad universal de la educación ignaciana.

Así, una vez hemos finalizado la primera experiencia piloto (Nueva Etapa Intermedia, cursos 2014-2016), en estos momentos estamos analizando la primera ola de su evaluación de impacto (que publicaremos en esta misma página web durante el primer trimestre del 2017). Estamos contrastando si las innovaciones introducidas tienen el impacto deseado.

Veámoslo con un ejemplo. Nuestro Proyecto lector, más allá de los resultados concretos que muestran un incremento en el número de libros leídos a lo largo del curso, ¿promueve efectivamente en los alumnos el hábito de la lectura?

Saber si la escuela está respondiendo a los objetivos de la misión que se propone significa disponer de indicadores y mecanismos de evaluación de todo aquello que considera esencial a sus propósitos. En este sentido, constatamos una vez más que la innovación educativa tiene que ir acompañada de una nueva cultura de evaluación que revise y actualice sus focos, sus parámetros y su alcance.

Pepe Menéndez
Director adjunto de JE

Un comentario

  • Estimado Pepe Menéndez. Comparto desde estas tierras lejanas la misma presión que usted referencia respecto a las pruebas estandarizadas y el desempeño que las instituciones y países debemos demostrar frente a ellas. No podemos perder el norte frente a lo fundamental, pues esas evaluaciones en ocasiones nos desconcentran de los verdaderos y más valiosos objetivos formativos de nuestros Colegios. Así mismo, advierte usted y estamos ahora en este desafío, la importancia de plantearse indicadores pertinentes, confiables y valiosos para medir la gestión educativa; porque sí es cierto que si los ignoramos, también caemos en la trampa de desestimar la evaluación institucional como inspiradora de cambios y transformaciones. Dos temas que compartimos. Gracias por sus reflexiones.

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